Sep 26, 2015

Si va lleno a la feria, la felicidad no cuesta nada

Si es que no se tiene la billetera gorda, la clave está en ir a la Expocruz con la barriga llena o si no llevarse algunos sándwiches en la cartera. Si el hambre ya está cubierta, prepárese para pasarla bomba, porque, en la mayor vitrina comercial que tiene Santa Cruz, la felicidad no cuesta nada.

Eso lo sabe Bernarda Valdés, que ha llegado a la feria con sus cuatro hijos. “Hemos cenado en casa a las cinco de la tarde para estar aquí a las siete”, cuenta esta mujer, que ya no quiere repetir lo del año pasado, cuando solo en comida gastaron Bs 400. “Ahora solo hemos gastado en las entradas”, dice con satisfacción.

Doña Bernarda, como otras personas que llegaron de barrios lejanos (ella lo hizo del Plan 4.000), está dispuesta a entregarse a todos los atractivos de la feria hasta antes de que pase el último micro que los lleve a casa. Pero como caminar abre el apetito, hay quienes, como la familia Mojica, han traído panes con picadillo o sándwiches de queso o de milanesa, se han sentado en alguna vereda y han ejecutado uno de los ritos más antiguos que ejecuta el ser humano: comer.

Reina la alegría
En el stand de una empresa de telecomunicaciones hay tres muchachas esbeltas, con tacones y con poca ropa, que bailan y con su baile hacen olvidar las penas de Rodolfo.

“Este show lo puedo disfrutar una sola vez al año. En otro lugar me costaría mucho dinero”, dice emocionado.

Rolando Peredo está por concretar uno de sus mayores sueños: subirse a un vehículo cero kilómetro. Abre la puerta de una vagoneta dorada, se sienta con delicadeza, agarra el volante con las dos manos y su mirada se queda quieta, como si estuviera soñando. “Este bicho es una hermosura”. Pregunta el precio: “42.000 dólares”, le lanzan el dato y él dice con un tono de broma: “Ya lo sabía. Ni aunque trabaje día y noche no lo podré comprar”.

En una de las calles de la feria hay mucha gente que estira sus brazos y abre sus manos para agarrar lo que varios animadores lanzan desde una tarima. Se alborotan grandes y chicos.

Los regalos caen del cielo y muchos se arrodillan para hacerse de algún producto.

Otros acuden a las modelos, a esas mujeres bellas que solo ven en la televisión, en los diarios o en las revistas. Se toman fotografías, algunos las abrazan, otros les dan un beso en la mejilla. “Es tan linda como en la tele”, asegura un joven que ha llegado desde la zona de La Moliendita.

Por mejorar

Bernarda la está pasando bien, pero también reniega cuando pasa por los baños y lee ese letrero que dice que por el servicio se debe pagar Bs 2. “El baño ya debería estar incluido en la entrada”, propone.

Otros piden que se coloquen más banquetas porque caminar cansa. A veces, cuentan, ni siquiera pueden sentarse en las veredas porque ya están ocupadas. Tomarse un respiro es importante, coinciden varias personas, para seguir disfrutando de los diferentes eventos que llegan en la noche

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